Algo ocurre con nuestros jóvenes, que prefieren
unirse a un grupo anarquista de corte violentista, sin medir las consecuencias.
Hay una falta de integración social, que la sociedad de consumo, no brinda y
que los jóvenes requieren con urgencia.
La
colocación de bombas en espacios públicos y sobre todo en el transporte, es un episodio
repudiable. Por tanto, la declaración del anarquismo individualista y violento,
tratando de justificar sus actos en el atentado en el Subcentro del Metro de la Escuela Militar,
es inaceptable. Nada justifica una conducta tan artera, contra trabajadores y
personas que estaban de paso por el lugar. En Chile, un ataque de está
naturaleza, recibirá siempre el repudio generalizado de amplios sectores del
país.
Llama
la atención el nombre del grupo del ataque (Conspiración de las Células del
Fuego CCF) que parece ser parte de una plataforma propagandística internacional,
ligada a la causa anarquista global, pero que en nada representa la realidad
chilena. Eso la convierte en extemporánea
e inoportuna.
Una
cuestión clave y muy necesaria es acotar el repudio sólo al
anarquismo violento y no expandirlo a todas las visiones del anarquismo
existente. Esto permite aislar a los fanáticos y no meter a todas las
corrientes anarquistas en el mismo saco.
El anarquismo violento no acepta el
diálogo
El
campo de acción del anarquismo violento, no acepta el diálogo. Es un constante
desafío a la autoridad. Está puede provenir del Estado o del seno de la
familia. Vale decir, no acepta el monopolio de la violencia, que aspira todo
Estado. Tampoco acepta la idea de los roles de cada miembro en el seno de una
familia.
Este
aspecto resulta clave, para entender el sentido sociológico, de la integración
de los jóvenes a este tipo de grupos violentos. Hay una falta de integración
social, que la sociedad de consumo, no brinda y que los jóvenes requieren con
urgencia, en medio de su rebeldía juvenil.
Algo
ocurre con nuestros jóvenes, que prefieren unirse a un grupo anarquista de
corte violentista, sin medir las consecuencias. El caso de Luciano Pitronello,
resulta paradigmático. Tuvo que enfrentar la cárcel y perdió la mano derecha, tres
dedos de la izquierda y parte de la visión en un ojo. Fue el duro precio que
pagó, y que sin duda alguna, lo marcará por el resto de su vida.
Es
entendible que el Estado reaccione ante los ataques con bombas y logre detener
a los verdaderos autores. Sin embargo, al realizar una reflexión más de fondo,
todo parece indicar que existen sectores, en este caso juveniles, que su
lenguaje es profundamente violento, contra la sociedad en su conjunto, cuestión
que no puede pasar inadvertida. Es
necesario afrontar los generadores de dicha violencia, para atacar el problema
de fondo.
En
este mismo sentido, y fuera de toda lógica periodística, el Canal 13 de
televisión, en un reportaje desafortunado, intencionó la idea de una
vinculación de las marchas callejeras y reivindicativas con los bombazos. Su
error es inaceptable. El anarquismo extremo, no comparte valores con aquellos a
los que define como “derrotistas y amigos de la victimización”, por preferir
las demandas ciudadanas en el marco institucional vigente. Este tipo de
miradas, ayuda a crear un clima de efervescencia mediática, que aprovechándose
de una situación puntual, saca partido y estigmatiza al conjunto del movimiento
estudiantil.
La
ANI no da el ancho esperado
Mientras
tanto, la desprestigiada Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), no da el ancho
para ser un generador efectivo para la seguridad del Estado. En medio de su
crisis, algunos pretenden agregar a la
ANI los llamados “agentes encubiertos”, como si estos
personajes se pudieran encargar a una fábrica o al extranjero como importación
no tradicional.
El
país aún no olvida que el soplonaje, durante la existencia de “La Oficina”, tuvo un duro
costo. Algunos soplones terminaron muertos y la dupla De la Guardia- Candia; cuando no
había a quién espiar, intentaron crear auto atentados, con la desgracia, para
ellos, que tropezaron con la embajada de los Estados Unidos en Santiago. De esa
manera terminaron procesados por la Ley Antiterrorista.
No
se requieren de más soplones. Los agentes encubiertos que requiere la fiscalía
existen y pertenecen a la PDI
y Carabineros. Por su parte, las Fuerzas
Armadas y de Orden, incluida la
PDI, generan inteligencia, lo han hecho y lo seguirán
haciendo, pero no la comparten. Esta
situación debiera cambiar y buscar mecanismos de coordinación capaz de producir
inteligencia de manera integrada y contante en el tiempo.
La
mayor legitimidad posible
Lo
importante es dotar a los organismos del estado de los recursos necesarios y de una metodología investigativa sería y
científica, que pruebe con argumentos sólidos y demostrativos que los detenidos
son culpables.
También
se requiere de una legislatura eficaz y que no permita dobles interpretaciones.
Se necesita que los temas vinculados con la seguridad del estado, tengan la
mayor legitimidad posible y que nadie ponga en duda, su capacidad y
eficiencia.
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El autor es analista político.