Manuel, emprende la huida a pie. Logra perder al furgón que lo sigue.
Se aleja unos cien metros de sus perseguidores. Escucha los ruidos y gritos, de
varios autos y hombres armados. Cuando cree que ha logrado burlar su presencia,
se encuentra de frente con sus captores.
Hace 30 años, Santiago era muy
distinto al de hoy. En la calle Simón Bolívar de La Reina, todo era silencio. El
paso de un par de autos rompió con la pesadumbre y la leve brisa húmeda de esa
mañana. Exactamente a las 07.15 horas, Carlos Carreño, se arregla la ropa,
camina entre la puerta de su casa y una pequeña reja, hasta llegar a la calle.
De pronto se ve encañonado por seis hombres, que lo obligan a subir a un furgón
utilitario celeste. De esa manera comenzaría un camino sin retorno, repleto de
sorpresas, angustias y situaciones jamás imaginadas.
El general Pinochet, sentado en
su escritorio frente a dos altos oficiales, se entera del plagio del Coronel
Carreño, hombre clave en las exportaciones de armas y equipos de FAMAE, y que
había recibido a los iraníes en Santiago de forma secreta, para vender minas y
aviones de manera encubierta y sortear de esa manera el bloqueo estadounidense.
La primera reacción del dictador,
fue culpar a la FACH. Afirmó que siempre
el diablo intenta meter la cola, - y agregó- con el propósito de vender sus propios aviones a clientes árabes. La FACH y el empresario Carlos Cardoen,
vendieron bombas a Irak y eso irritaba a Pinochet y al Ejército.
Después de un rato, de esa
reunión salió un orden concreta y tajante. Busquen
al oficial Carreño y tráiganlo a mi presencia, ordenó Pinochet. En voz
tranquila, pero firme agregó: No importa
su estado de salud o condición física.
Pasaron los días. Sin embargo, su
orden no pudo cumplirse. Al subdirector de Famae, se lo había tragado la
tierra. Miles de militares fuertemente armados, patrullaban las calles y un
bloque de búsqueda revisaba miles de hogares sin éxito.
El día lunes 8 de septiembre del
año 1987, en el Cuartel de Borgoño de la CNI, la inteligencia militar del
Ejército en pleno, y luego de varias dudas y supuestas certezas, llegaron a la
conclusión de manera frenética, sobre la hipótesis, para entender el secuestro.
La primera, la dijo el propio Álvaro Corbalán,
Jefe Operativo de la CNI: “Esta hueva,
es un autosecuestro y este hueón, se
quiere pasar de listo y quedarse con los seis millones de dólares que piden por
su rescate”. Varios de los asistentes, lo miraron y aceptaron su idea, con
un movimiento de cabeza.
La segunda teoría, más acorde con
el oficial cautivo, la defendió el Jefe de la DINE, que luego de pasar sus gruesos
dedos por el bigote, sentenció: “Yo creo
que pueden ser los israelitas, los del Mossat, “los Katzas” que buscar
información sobre las negociaciones con los árabes”. Nosotros tenemos velas en esté entierro, recuerden las ventas de bombas
de racimos al propio Ayatola Jomeiní, apuntó con vehemencia el oficial.
Pero hubo una tercera opinión en
la sala. Según mi información, expuso el agente, y por información de la propia
esposa, Loreto Rojas, el FPMR se
comunicó con ellos, el día viernes 4 de septiembre, vía telefónica. Llamó una
mujer y les indicó que mi Coronel está bien de salud y enviaron una fotografía
como prueba, concluyó el militar.
Ese mismo día, comienza la
casería humana. Manuel Sepúlveda, un joven de 28 años, detuvo su moto amarilla
y la estacionó a un lado del kiosco azul de diarios en la calle Narbona, con
Ramón Cruz, en Ñuñoa. Eran las 18.05 horas. Mientras mueve con su pierna la
palanca de la moto, otea como un furgón utilitario de color celeste, intenta frenar bruscamente, doblando en u, por
debajo del puente de cemento.
Manuel,
emprende la huida a pie. Logra perder al furgón que lo sigue, medio corriendo
entre los edificios del sector, se aleja unos cien metros de sus perseguidores.
Escucha los ruidos y gritos, de varios autos y hombres armados. Cuando cree que
ha logrado burlar su presencia, sale hacia la calle Américo Vespucio y se
encuentra de frente con sus captores. Otros cuatro jóvenes, fueron
detenidos en Santiago en iguales condiciones: José Peña; Julio Muñoz; Alejandro
Pinochet y Gonzalo Fuenzalida.
Días después, dos altos oficiales
que conocían al Coronel Carreño solicitaron una reunión para intentan persuadir
a Pinochet que pagara el dinero del rescate y salvará la vida de oficial de 39
años. El dictador los miró con cierto desprecio y les informó que no hay negociación
de dinero por el Coronel. “Sí lo matan,
lo matan no más”. Estupefactos y choqueados, los amigos de Carreño,se
retiran de las oficinas de la Comandancia en Jefe.
A finales del mes de septiembre,
en el Cuartel de Borgoño de la CNI, no hay información alguna del Coronel
Carreño. Los torturadores han aplicado todo tipo de tormentos, a los 5 detenidos,
pero no logran saber nada al respecto. Se equivocaron de personas. Ninguno de
los detenidos pertenecían al FPMR- A, que recientemente se había fraccionado
del Partido Comunista.
¿Qué hacer entonces con los 5 jóvenes? La respuesta llegaría del más
alto nivel del Ejército. Pinochet, ordena que no haya intercambio, ni
negociación posible. Hay que eliminar a los cinco. El operativo comienza de
inmediato. Los detenidos están en pésimas condiciones, algunos incluso
agónicos.
El agente civil, Mateo Tapia
Flores, conocido en la CNI como “El Quincy”, encontró a Manuel Sepúlveda
colgado de las manos en uno de los calabozos, con su cuerpo medio desnudo y su
rostro ensangrentado. Aún mantenía su
camiseta blanca puesta. A unos dos metros, estaban su jeans y sus botas color
café.
“El Quincy” lo miró y desde lejos
le golpeó en el abdomen tres veces con un trozo de madera. No hubo reacción
alguna de parte de la víctima, que seguía con su cabeza agachas. No dudo un instante y le aplicó una
inyección letal. Igual suerte corrieron los otros cuatro jóvenes.
El ruido enorme de la pesada
nave, finalmente se perdió entre las caletas de Tunquen y Quintay, en la costa
de Valparaíso, unos 10 kilómetros mar adentro. La puerta lateral derecha del Puma H-258 se abrió. Los cuerpos de los 5
jóvenes, fueron lanzados uno a uno, al fondo del mar. El hombre encargado
de cerrar a puerta, tropezó con el riel de Manuel y estuvo a punto de caer al
mar. El arrastre de los rieles, mezclado con el airé que entró de golpe al
helicóptero, desestabilizó la nave. La pericia del “Chino” Campos, salvo la
situación. El H-285, se pudo estabilizar y emprendió su vuelo de regreso hacia
Santiago.
En tanto, el Coronel Carreño,
continuaba sin aparecer. A finales del mes de noviembre, inició un viaje por
tierra, acostado en el fondo de una camioneta, dormido por un sedante. Despertó
en territorio argentino. Sus captores cantaban la canción nacional como un
signo de haber salido de Chile, sin ser detectados. Carlos Carreño, se alegró. Lo único que no
deseaba, era ser rescatado por sus compañeros de armas. Tenía certeza absoluta
que de ocurrir algo así, no escaparía de la muerte.
Carlos Carreño, se dio cuenta que
estaba en Argentina. Sus captores
seguían amables y hasta conversaban de política y de la vida cotidiana.
Pero un día todo eso cambio. Fue interrogado y firmado. Las preguntas
cambiaron. Está vez, eran muy específicas sobre las negociaciones de armas de
FAMAE y de las tratativas con los
iraníes. El Coronel respondió lo
que pudo, pero el cuestionario le pareció demasiado familiar.
El día 3 de diciembre del año
1987, Carlos Carreño es liberado finalmente en Brasil. A las 16.00 horas se
presenta en un periódico local de Sáo Paulo. Elegantemente vestido, pero
bastante delgado, declaró que lo han tratado bien y que lo único que desea es
volver junto a su familia. Años después Carlos Carreño, declaró que está
convencido que su secuestro, fue monitoreado por la inteligencia del Ejército. La prueba que entrega para afirmar su
sospecha, es que estando en las oficinas del DINE, en calle Republica, sus
superiores le mostraron el video del interrogatorio en Argentina. Había pasado
menos de un mes.
A 30 años del secuestro, el Coronel Carreño,
sabe que su vida cambió para siempre en sólo seis meses. Estuvo tres meses
cautivo y una vez liberado el Ejército le curso la baja, en otros tres meses
más. Por su parte, Manuel y los otros
cuatro jóvenes, aun permanecen desaparecidos. Son los últimos desaparecidos de
la dictadura.