sábado, 20 de septiembre de 2014

Bombas en El Metro: ¿CCF los nuevos insurrectos?



Algo ocurre con nuestros jóvenes, que prefieren unirse a un grupo anarquista de corte violentista, sin medir las consecuencias. Hay una falta de integración social, que la sociedad de consumo, no brinda y que los jóvenes requieren con urgencia.



La colocación de bombas en espacios públicos y sobre todo en el transporte, es un episodio repudiable. Por tanto, la declaración del anarquismo individualista y violento, tratando de justificar sus actos en el atentado en el Subcentro del Metro de la Escuela Militar, es inaceptable. Nada justifica una conducta tan artera, contra trabajadores y personas que estaban de paso por el lugar. En Chile, un ataque de está naturaleza, recibirá siempre el repudio generalizado de amplios sectores del país.

Llama la atención el nombre del grupo del ataque (Conspiración de las Células del Fuego CCF) que parece ser parte de una plataforma propagandística internacional, ligada a la causa anarquista global, pero que en nada representa la realidad chilena. Eso la convierte en extemporánea  e inoportuna.

Una cuestión  clave  y muy necesaria es acotar el repudio sólo al anarquismo violento y no expandirlo a todas las visiones del anarquismo existente. Esto permite aislar a los fanáticos y no meter a todas las corrientes anarquistas en el mismo saco.  

El anarquismo violento no acepta el diálogo

El campo de acción del anarquismo violento, no acepta el diálogo. Es un constante desafío a la autoridad. Está puede provenir del Estado o del seno de la familia. Vale decir, no acepta el monopolio de la violencia, que aspira todo Estado. Tampoco acepta la idea de los roles de cada miembro en el seno de una familia.

Este aspecto resulta clave, para entender el sentido sociológico, de la integración de los jóvenes a este tipo de grupos violentos. Hay una falta de integración social, que la sociedad de consumo, no brinda y que los jóvenes requieren con urgencia, en medio de su rebeldía juvenil.

Algo ocurre con nuestros jóvenes, que prefieren unirse a un grupo anarquista de corte violentista, sin medir las consecuencias. El caso de Luciano Pitronello, resulta paradigmático. Tuvo que enfrentar la cárcel y perdió la mano derecha, tres dedos de la izquierda y parte de la visión en un ojo. Fue el duro precio que pagó, y que sin duda alguna, lo marcará por el resto de su vida.

Es entendible que el Estado reaccione ante los ataques con bombas y logre detener a los verdaderos autores. Sin embargo, al realizar una reflexión más de fondo, todo parece indicar que existen sectores, en este caso juveniles, que su lenguaje es profundamente violento, contra la sociedad en su conjunto, cuestión que no puede pasar inadvertida.  Es necesario afrontar los generadores de dicha violencia, para atacar el problema de fondo.   

En este mismo sentido, y fuera de toda lógica periodística, el Canal 13 de televisión, en un reportaje desafortunado, intencionó la idea de una vinculación de las marchas callejeras y reivindicativas con los bombazos. Su error es inaceptable. El anarquismo extremo, no comparte valores con aquellos a los que define como “derrotistas y amigos de la victimización”, por preferir las demandas ciudadanas en el marco institucional vigente. Este tipo de miradas, ayuda a crear un clima de efervescencia mediática, que aprovechándose de una situación puntual, saca partido y estigmatiza al conjunto del movimiento estudiantil.   

La ANI no da el ancho esperado

Mientras tanto, la desprestigiada Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), no da el ancho para ser un generador efectivo para la seguridad del Estado. En medio de su crisis, algunos pretenden agregar a la ANI los llamados “agentes encubiertos”, como si estos personajes se pudieran encargar a una fábrica o al extranjero como importación no tradicional.

El país aún no olvida que el soplonaje, durante la existencia de “La Oficina”, tuvo un duro costo. Algunos soplones terminaron muertos y la dupla De la Guardia- Candia; cuando no había a quién espiar, intentaron crear auto atentados, con la desgracia, para ellos, que tropezaron con la embajada de los Estados Unidos en Santiago. De esa manera terminaron procesados por la Ley Antiterrorista.

No se requieren de más soplones. Los agentes encubiertos que requiere la fiscalía existen y pertenecen a la PDI y Carabineros.  Por su parte, las Fuerzas Armadas y de Orden, incluida la PDI, generan inteligencia, lo han hecho y lo seguirán haciendo,  pero no la comparten. Esta situación debiera cambiar y buscar mecanismos de coordinación capaz de producir inteligencia de manera integrada y contante en el tiempo.

 La mayor legitimidad posible

Lo importante es dotar a los organismos del estado de los recursos necesarios  y de una metodología investigativa sería y científica, que pruebe con argumentos sólidos y demostrativos que los detenidos son culpables.

También se requiere de una legislatura eficaz y que no permita dobles interpretaciones. Se necesita que los temas vinculados con la seguridad del estado, tengan la mayor legitimidad posible y que nadie ponga en duda, su capacidad y eficiencia.   

* El autor es analista político.

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